lunes, 26 de noviembre de 2012

Como desligar o Espelho preto que carregamos no bolso


Como desligar o espelho preto que carregamos no bolso

  • 18 de novembro de 2012|
  •  
  • 18h00|
  • Por Alexandre Matias
Fixados à tela, fingimos que nada mais importa
O jornalista, diretor e comentarista inglês Charlie Brooker é uma das melhores cabeças do Reino Unido no século 21. Conhecido por seus comentários ácidos sobre mídia, ele ataca principalmente a televisão em séries produzidas pelos diferentes braços da emissora estatal BBC. No fim da década passada, os episódios de Newswipe, Screenswipe e Gameswipe (sobre, respectivamente, notícias, cinema e videogame) culminaram na série How TV Ruined Your Life (Como a TV Arruinou a Sua Vida, com episódios sobre medo, amor, conhecimento, progresso, aspirações e o ciclo da vida), de 2010. Em 2008, ironizou os reality shows e a mania de zumbis com Dead Set e no fim do ano passado dedicou-se à ridicularizar nossa obsessão pela tecnologia em Black Mirror.
São três histórias independentes que abordam os efeitos que a tecnologia causa ao comportamento humano se a compararmos com uma droga. “Black mirror” é o espelho preto que nos observa e observamos toda vez que uma tela é desligada. Desligamos a TV, o celular, o computador e vemos o nosso próprio rosto em diferentes dimensões, em molduras escurecidas que parecem espelhos em negativo do eu de cada um, como uma espécie de retrato de Dorian Gray de nossos sentimentos.
Desligamos aparelhos e nos vemos mirando para um vazio emocional que parece um abismo, anseios e esperanças refletidos do avesso, mas, ao contrário não é o monstro nietzscheano nos olhando de volta, o desconhecido consciente. É apenas um vazio, como se estivéssemos nos tornando robôs, fazendo o caminho inverso de Roy Batty em Blade Runner.
Não culpe o digital: a tela preta já nos hipnotizava desde os primórdios do cinema e passou a nos refletir a partir da televisão. O computador funcionou como um grilhão da mesa de escritório, uma prisão em forma de horas de trabalho, cuja ilusão de liberdade veio com a chegada dos smartphones.
E chegamos à segunda década do século sem nem sequer olharmos na cara um do outro. Se antes do smartphone uma mesa de bar já poderia criar círculos paralelos de conversa graças à telefonia móvel, com a internet à mão reuniões, encontros e refeições são celebrações de um individualismo autista, em que os presentes fingem presença mas fogem momentaneamente para a porta de entrada de seu umbigo, na palma de sua mão. Fingimos checar as horas e responder um SMS quando, na verdade, estamos vendo reações ao que fizemos nas redes sociais. O espelho negro só reflete aquilo que consideramos “vida” – todo o resto fingimos que não importa não existe, não está lá.
Por isso sonho com um restaurante cujo luxo é não ser interferido por ninguém mexendo no celular. Da mesma forma como deixamos o carro no manobrista ou os sapatos na porta de entrada, poderíamos ter a opção – mesmo que na marra – de deixarmos nossos celulares antes de comer. O restaurante me parece a opção mais viável, mas poderia ser uma academia de ginástica ou uma casa de shows. Nada de fotos, SMS, ligações, redes sociais, notícias, vídeos ou jogos – ficaríamos à disposição daquilo que é nos oferecido. Que, por isso, receberia maior cuidado e atenção.
Acho que isso é uma utopia possível, mas não vejo como regra. Da mesma forma que há restaurantes que não contam com TVs em suas paredes (ainda bem!), cogito a possibilidade de que haja outros que nos despluguem da matrix, mesmo que por algumas horas, para nos conectarmos à vida de fato.
***
Esta é a primeira coluna que assino depois de deixar o Link – a partir de hoje, começo uma nova jornada, no comando da redação da revista Galileu, da editora Globo. Troco de pontes (do Limão para o Jaguaré), de marginais (do Tietê para o Pinheiros) e de foco (de tecnologia para ciência), por isso deixo a análise das notícias em segundo plano e passo a dar ênfase à forma como a tecnologia mexe em nossa cultura.
* Alexandre Matias é diretor de redação da revista Galileu –revistagalileu.globo.com.

martes, 20 de noviembre de 2012

Censo 2012

Aqui un enlace para ver la boleta censal:

http://www.ine.gob.bo:8081/censo2012/pdf/BoletaCensal2012.pdf


Sugerencia

Al ser tan extensa la BOLETA CENSAL y con pregunta tan SIMILARES

Considero bueno imprimir y llenar en familia para cuando llegue el CENSADOR
este todo concluido

Terminaran más rápido con él ayudándole en su trabajo y contestando con menos posibilidad de errores.

martes, 13 de noviembre de 2012


Un poco de Historia
H:.Antonio Las Heras - Argentina

2 DE NOVIEMBRE. DIA DE LOS FIELES DIFUNTOS. El Día de los Fieles Difuntos es un tanto más tardío y no se originó en Roma, sino en Francia: comenzó en el Gran Monasterio de Cluny, el 2 de noviembre de 998, cuando san Odilo, su quinto abad, decidió rezar por el descanso de "todos" los muertos.
Hasta allí, en Cluny, se estilaba celebrar los "psalmi familiares", o preces por los protectores laicos, vi
vos o difuntos, pertenecientes a los linajes aristocráticos europeos, porque esto favorecía las donaciones de los poderosos, muchos de los cuales formaban parte de la orden. Lo que hizo san Odilo fue "democratizar" los psalmi, extendiéndolos un día al año a todos los finados, pobres incluidos.
La iniciativa caló profundamente en Francia, pero Roma recién la adoptó en el siglo XIV y gradualmente se expandió a toda la Iglesia: en el siglo XV llegó a España y de allí pasó a América, donde se entroncó con las tradiciones indígenas.
Bastante después, el papa Benedicto XV (1914-1922) les dio a los curas la posibilidad de ofrecer tres misas el 2 de noviembre: una por las pobres ánimas, otra por las intenciones del Papa y la otra por las intenciones del sacerdote.
Cabe distinguir que si el 1 de noviembre los católicos les rinden culto a todos los santos, el 2 de noviembre rezan por todos los difuntos, pero no les rinden culto, porque la Iglesia no le rinde culto a la muerte.
Para comprender esto, valga aclarar que coexisten en ella tres estados: la Iglesia Peregrina, constituida por los que están vivos; la Iglesia en Purgatorio, conformada por los difuntos que aun no han ido al cielo y por los que se ora el 2 de noviembre, Día de Todos los Muertos; y la Iglesia Triunfante, glorificada y en el cielo, que son los santos que se memoran el 1 de noviembre.
Pero hace 3.000 años, tanto en la Europa Celta como en la América Precolombina, era al revés: se les rendía culto a los muertos, no a los santos, aun inexistentes y, en Mesoamérica (Aztecas, Mayas, Purépechas, Nahuas y Totonacas), conservaban los cráneos como trofeos y los mostraban durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.
El festival que luego se convirtió en el Día de los Muertos caía en el noveno el mes del calendario solar azteca, cerca del comienzo de agosto; era presidido por el dios Mictecacíhuatl o Dama de la Muerte; y se lo celebraba durante un mes completo,
pero, cuando los conquistadores llegaron a América en el siglo XV, movieron el festival a inicio de noviembre, para que coincidiese con las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos y de Todos los Muertos.
En Argentina, el 1 de moviembre se va a la Iglesia y el 2 de moviembre al cementerio; en cambio, en México, ambas fechas se conjugan porque se cree que las almas de los niños regresan el 1 de noviembre, y las de los adultos, el 2 de noviembre.

sábado, 3 de noviembre de 2012

Las preguntas de mi hijo

Mi hijo, Rodrigo, que esta en kinder hace su tarea. Que coincide con la fecha, día de finados. Y la asignación era un dibujo de una mesa. Lo que se acostumbra en el collao.
Y me pregunta sobre los gusto de cada uno de lo abuelos muertos. Y yo que me crié en Puerto Suárez, no conocía ni se hacían mesas para los difuntos. Me di cuenta que ya no pensamos en nuestros seres fallecidos y menos en lo que les gustaba comer o tomar.
Más bien solo recordamos de momentos específicos. De la manera que nos queremos acordar de todas las personas queridas que ya se fueron de esta, para una mejor.
Eso si, siempre los recuerdo.