viernes, 10 de diciembre de 2021

Invertí en lo que conoces

 Cada vez que escucho consejos de invertir en industrias que desconozco, como petróleo noruego o textiles pakistaníes, me acuerdo de Paul McCartney.

Fue en 1982 que un joven Michael Jackson, en plena preparación de su disco Thriller, grabó algunas canciones con el ex Beatle. Como buen amigo, McCartney aconsejó a Jackson sobre cómo invertir la creciente fortuna que el cantante negro ya entonces comenzaba a amasar. “Invierte en algo que conozcas bien”, le recomendó Paul. “Por ejemplo, yo compro canciones”.

McCartney llevaba más de una década administrando su compañía MPL, editora de canciones que él, con su buen olfato y conocimientos musicales había adquirido: históricas grabaciones de  Frank Sinatra, por ejemplo, o las canciones del musical Grease justo antes del éxito del disco y película de 1978.

Su inversión en la marca Paul McCartney ha sido totalmente rentable. “Invierte en ti mismo” parece decir el ex Beatle mientras canta “baby, you´re a rich man too” desde el tocadiscos de mi casa.

Pero lo que más perseguía Paul entonces era el santo grial de la música pop: ATV Music, la compañía con los derechos de las canciones de los Beatles. Él y John Lennon habían perdido los derechos a sus propias canciones por malas decisiones financieras. De hecho,McCartney fundó MPL tras aprender de los errores de los Beatles, que se habían separado en un caos financiero.

A principios de los 80, Paul esperaba el momento correcto para ofrecer US$40 millones por ATV Music y se comunicaba con Yoko Ono, la viuda de Lennon, para comprar entre ambos las canciones, aportando US$20 millones cada uno. Después de todo se trata de canciones firmadas por Lennon y McCartney.

Pero Michael Jackson se había tomado en serio el consejo de Paul y, cuando Thriller comenzó a dar millones en su camino a ser el disco más vendido de la historia, compró ATV Music por US$47,5 millones. Así hizo suyos los derechos de temas como Penny Lane, Hey Jude  o Yesterday, la canción más versionada de todos los tiempos. Todo sin avisarle a su consejero Paul.

Desde entonces ambos cantantes dejaron de verse y no se supo más de la alegría que expresaban juntos en el video de la canción Say, say, say.

Jackson pagó gran parte de sus lujos dejando que las canciones de los Beatles aparecieran en comerciales de televisión. Y cada vez que Paul cantaba sus creaciones beatle en vivo, debía pagar los respectivos derechos a su ex amigo. Tan buen negocio hizo Jackson con estas canciones que, en 1995, vendió a Sony la mitad de ATV Music por US$150 millones.

Aunque personalmente siempre he preferido a Lennon -comencé a escuchar a los Beatles a los doce años en un gastado casete pirata- reconozco la vigencia artística y financiera de McCartney. Lo demuestran su próxima actuación en la inauguración de las Olimpiadas de Londres y su reciente actuación en el aniversario de la reina Isabel II. Y en América Latina sigue llenando estadios de fútbol en países como Brasil, Argentina o México.

Paul tiene hoy una fortuna estimada en más de US$700 millones. La mitad de esa cifra proviene de su inversión en canciones, así que no es tan grave que no posea  la obra de Lennon y McCartney. Su solidez financiera se basa no solo en talento, suerte y trabajo, sino también en buenas inversiones. Siempre bajo una premisa: invertir en lo que más conoce.

Por eso, cuando pienso que a diferencia del irreverente Lennon, McCartney siempre se portó como un buen chico, quizá cuando habla de invertir en lo que mejor conoce se refiera también a sí mismo. Su inversión en la marca Paul McCartney ha sido totalmente rentable. “Invierte en ti mismo” parece decir el ex Beatle mientras canta “baby, you´re a rich man too” desde el tocadiscos de mi casa.


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